no tendré tu presencia junto a mí,
pero, sí, tu recuerdo estará siempre.
Y, cuando den las doce campanadas
y comience el renglón de un nuevo año,
-seré fiel a la cita
pactada de antemano-
correré hacia el balcón
y brindaré por él,
por ti y por mí.
Levantando mi copa al infinito
invitaré a beber a las estrellas
y gritaré: te quiero, una y mil veces.
Huirán soledades
y morirá la ausencia
al tener la certeza
de que tu corazón está conmigo.
Carmen Aguirre
Publicado en Mosaico Literario V
22 de Mayo de 2002